jueves, 28 de mayo de 2015

Siempre de la mano

De toda la vida, el bético se ha caracterizado por la fidelidad a su escudo en buenos y malos momentos, por demostrar un amor a sus colores diferente al de los aficionados de cualquier otro equipo. Así surgió el Manquepierda, ese loable lema que sacó al Betis del pozo de Tercera hace casi más de 6 décadas, aunque algunos hoy se empeñen en decir que ésta nuestra seña de identidad es la que nos ha hundido en la actualidad.

Por suerte o por desgracia, el bético ha cambiado la mentalidad en el último año. Por suerte porque ha abierto los ojos y ahora exige un club alejado de la mediocridad; por desgracia, porque ha hecho falta otra travesía en Segunda para que esto ocurra. Nace así una nueva versión del bético, una versión más apropiada que combina fidelidad con exigencia (así lo ha demostrado esta temporada) y que ya no solo sueña, sino que también reclama un club a la altura de lo que considera adecuado a la historia y masa social del Betis.

Sin embargo, una parte de la afición ha adoptado una tercera vertiente, muy equivocada o confusa en mi opinión. Se trata de aquellos béticos que tildan de conformista a todo el que demuestre su amor por los colores verde y blanco, como si ese amor le impidiera querer ganar títulos. Una vertiente que roza lo absurdo, pues su principal y desacertado argumento es que el bético que se siente orgulloso de su escudo y de su afición se conforma con ello (¿quién no quiere ganar títulos?). Una vertiente de béticos que "obligan" al bético a elegir entre fidelidad o exigencia, un grupo de béticos que dicen que prefieren ganar títulos antes que tener una buena afición. Y yo me pregunto: ¿por qué hay que elegir? ¿Acaso no se puede hacer un club grande con 30.000 o 40.000 béticos? ¿No será más fácil con 40.000 en las gradas que con 15.000?

El sentimiento bético y su gran masa social son, precisamente, las principales bazas del Betis para hacer un club a la altura de lo que los béticos merecen. De hecho, es la fidelidad la que sacó al Betis del pozo de Tercera y la que lo ha llevado hasta en 12 ocasiones de Segunda a Primera (y esperemos que nunca más). Si no fuera por su afición, quién sabe si el Real Betis Balompié hubiera salido de Tercera en los años 50'. Si no existiera esa fidelidad y esa pasión, quién sabe si el Betis andaría ahora por categorías regionales o incluso habría desaparecido. ¿Y a quién le importaría, si no tuviera afición?

No es que fidelidad y exigencia no puedan ir de la mano, es que deben ir de la mano. De hecho es el sentimiento lo que hace al bético sacar su ambición. No quiere sufrir más, el bético demanda un club ganador porque le importa el Betis, porque el Betis es su forma de vida y no puede ni quiere huir de ella. Si el bético no sintiera amor por sus colores no iría al estadio y le daría igual el camino que tomase su equipo, y ahí es cuando estaría siendo conformista. Porque ser fiel no es ser conformista, sino todo lo contrario.

¿Querer al Betis es ser conformista? Es imposible renegar de la pasión verdiblanca. ¿Cómo decirle al corazón del bético que deje de sentir lo que siente desde niño? La frase "mi pasión no entiende de resultados" no quiere decir que al bético le dé igual ganar o perder, claro que le importa. Lo que significa es que pase lo que pase siempre será fiel a su escudo. Manquepierda jamás es conformismo, sino todo lo contrario.

¿Cómo le pides a un bético que no vaya a ver a su equipo? Es irracional, insensato y disparatado querer renegar del sentimiento verdiblanco, ése ha hecho que el Betis resurja de malos momentos cientos de veces, ése que hizo llorar al bético de emoción con las Copas del Rey ganadas en 1977 y 2005 y también con la final perdida en 1997. Ese sentimiento que hace llorar al bético viendo "La Foto del Siglo" (el documental sobre la Liga del 1935), viendo cualquier vídeo conmovedor de YouTube o escuchando cualquier pasodoble de @AtilaLadinsky, otro al que atizan de conformista por derrochar amor por el Betis y solo por el Betis. Ese sentimiento que ha hecho llorar de pena al bético en cada descenso y que le hace desear algo como lo del 25 de junio de 1977 o lo del 11 de junio de 2005. Ese sentimiento sin el que el Betis no sería el Betis.

Esta vertiente anti-sentimentalista, además, acusa a la afición bética de ser culpable de todas sus desgracias: la culpa de que el Betis haya estado 3 años en Segunda en la última década es de la afición y no de dirigentes incapaces; la culpa de que el Betis pierda un partido es de los que sienten en verdiblanco y no de la mala actuación de los jugadores; la culpa de que el Betis perdiera aquella eliminatoria europea contra el eterno rival fue del bético de la grada y no del planteamiento de Calderón o del penalti fallado por Nono. Incluso la culpa de que el Sevilla ganase ayer su cuarta UEFA es del bético fiel. Y así. Y ya basta.

El bético fiel no es conformista. El bético fiel acompaña a su equipo en los malos momentos, aunque en realidad lo que desea (y ahora exige) es vivir los buenos. El bético fiel sueña con títulos y con jugar competiciones europeas, en definitiva, con tener un equipo competitivo con el que vivir grandes momentos. Fidelidad y exigencia siempre de la mano, como conceptos entrelazados entre sí y nunca reñidos.

A los nuevos béticos anti-sentimentalistas, yo les animo a que dejen de confundir a los béticos fieles y orgullosos de ser del Betis. Que mostrar el orgullo de sentir en verdiblanco no significa no querer títulos. De lo único que tienen culpa los béticos es de sentir amor por su escudo. Si quieren acabar con la fidelidad y el orgullo de ser béticos, que vayan empezando, porque les queda mucho trabajo: casi un millón de culpables.

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