Un verano más, la inestabilidad reina en el Real Betis
Balompié y en su afición, la cual ha ido fracturándose por sus extremos hasta
desembocar en una guerra civil cuyo grandes perjudicados son, cómo no, los
BÉTICOS. Aquellos que, alejados de Consejos, Loperas y Oliveres, solo quieren
lo mejor para su Betis y reniegan de cualquier interés e idolatría que pudiera
perjudicar el devenir del equipo de sus amores.
La situación actual del Beticismo me la figuro como varios
bandos en un descampado, lanzándose piedras entre ellos, con el Betis y los
béticos en medio. Piedras que golpean en el escudo del Betis o en las cabezas
de los aficionados, quienes no pueden hacer más que mirar cómo sus extremos han
entrado en una especie de autodestruccionismo del que nada positivo se puede
sacar.
Los hay que no ven más allá de los bandos. Que te ‘obligan’
a elegir. Y que si dices algo malo de uno es porque eres del otro. Y no. Somos
muchos los que no tenemos ni queremos bando, los que tenemos un único objetivo que
no es otro que es disfrutar del Betis. Y por culpa de unos y otros, llevamos
años sin hacerlo.
Por culpa de los intereses personales, de la avaricia, del
dinero, de optar o tener buen cargo del que presumir o de la adoración a una o
unas personas que son idolatradas mientras se llevan el dinero calentito a su
bolsillo. Todo ello por encima del Betis y los béticos, que están CANSADOS de tener
que aguantar día sí y día también este absurdo e inadmisible enfrentamiento de
intereses.
¿Pueden parar la guerra? Por si no se habían dado cuenta, estamos
en medio.