El Betis lleva tres victorias
seguidas, ha vencido en el Bernabéu y ha goleado por 4-0 al Levante, amén de
colocarse como 5º clasificado en la tabla de la Liga española. Es tiempo de
alegría y así lo sabe y siente la afición del Betis, que disfrutó de lo lindo
el pasado lunes en el Benito Villamarín.
Sin embargo, aún quedan buenos béticos
que necesitan expulsar su desahogo y pululan estos días por las redes sociales dando
lecciones a los malos béticos, esos que pedíamos un Betis mejor cuando caía
goleado ante Eibar, Las Palmas, Granada, Alavés o Leganés y cuando cosechaba
récords negativos uno tras otro. Los buenos béticos, esos que pedían paz social
y silencio cuando los fracasos eran continuados, utilizan las victorias del
presente para atizar a los malos béticos que, ahora sí, estamos encantados con
nuestro equipo.
Es curioso que esos buenos
béticos que ahora dan lecciones son los que estaban encantados con Poyet en el
banquillo, con fichajes de medio pelo y buscaban cualquier excusa para defender
las continuas humillaciones de un equipo que arrastraba el escudo del Real
Betis Balompié. Los buenos béticos pedían estabilidad para el proyecto de
Torrecilla, por lo que si fuera por ellos Don Lorenzo Serra Ferrer no estaría
aquí y probablemente seguiríamos con el ahora director deportivo del Sporting y
con Víctor Sánchez del Amo dirigiendo partidos -y ellos defendiendo todo eso,
por supuesto-.
Los malos béticos somos
totalmente contrarios. Somos los que protestamos en el fracaso y pedimos paz en
la victoria, los que somos felices tras ganar 4-0 al Levante y no tras perder
4-0 con el Leganés, los que estamos encantados con Javi García o Guardado y no
con los Manu Herrera o Zozulya de turno. Qué malos somos. Ahora sí, por fin, los
malos béticos irradiamos alegría, porque tenemos lo que queríamos y pedíamos:
disfrutar con nuestro equipo y sentirnos orgullosos de él. Y unos cuantos
reproches e insultos de los buenos béticos no van a impedir nuestra paz y armonía, la paz y armonía de los malos y que debería ser de todo el beticismo.
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